Trilogía Rubí (Rubí, Zafiro, Esmeralda)
Autor: Kerstin Gier
1.Rubí
En
casa de Gwendolyn Sheperd nada ni nadie es del todo “normal”, empezando por su
excéntrica tía abuela Maddy, que tiene
extrañas visiones, pasando por Lucy, que se escapó de casa hace 17 años sin
dejar rastro alguno... Y para acabar, también está Charlotte, su encantadora y
(rabiosamente) perfecta prima, quien, según parece, ha heredado un extraño gen
familiar que le permitirá viajar en el tiempo. Pero un increíble secreto está a
punto de salir a la luz: la portadora del misterioso gen para viajar a través
del tiempo no es Charlotte, ¡sino la propia Gwen! Ella es, en realidad, la
duodécima (¡y la última!) viajera en el tiempo y se dice que cuando su sangre
se una a la de los otros once viajeros, se cerrará el misterioso “Círculo de
los doce”. Para obtener más información, Gwen deberá viajar al pasado y por suerte
o por desgracia, no lo hará sola: la acompañará el undécimo viajero en el
tiempo, el arrogante, atractivo y sarcástico Gideon, con quien va a vivir algo
más que una peligrosa carrera a través del tiempo...
2.Zafiro
Gwen
vive en una nube ¡con Gideon!, aunque sabe bien que el amor entre dos viajeros
en el tiempo puede deparar sorpresas traicioneras. Por suerte tiene muy buenos
consejeros; su mejor amiga, Leslie, su compinche, James el fantasma, y Xemerius, una gárgola que se mete en
bastantes líos. Además, Gwen y Gideon tienen importantes problemas de los que
ocuparse. Por ejemplo, salvar el mundo. O aprender a bailar un minué (algo nada
fácil). Sin embargo, ambos deberán entender que el amor dedbe pasar por delante
de los demás, sobre todo cuando caigan en las redes del conde de Saint Germain
3.Esmeralda
Cruza
las fronteras del tiempo y encuentra el verdadero amor «¿No podríamos seguir
siendo amos?» Seguro que muere un hada cada vez que en algún lugar del mundo se
pronuncia esa pregunta. Pero el perfectísimo Gideon de Villiers a quien
Xemerius prefiere llamar <el innombrable> no tiene suficiente
sensibilidad ni para pensar en las hadas ni para dejar de pisotear mi
corazoncito. Si no fuera porque cuando le miro se me corta la respiración y me
tiemblan las piernas, le hubiese soltado un bofetón que le habría mandado
directo al siglo XIX sin necesidad del cronógrafo. Aunque, en lugar de hacer
eso, solo le fulminé con la mirada y me alejé. Al fin y al cabo, éramos los dos
últimos viajeros en el tiempo y en pocas horas saltaríamos juntos a 1782 con
una misión de vida o muerte.
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